jueves, 7 de febrero de 2013

TUPE, PUEBLO DE LA SIERRA DE LA REGIÓN LIMA DETENIDO EN EL TIEMPO



A un suspiro de la capital de la República, Tupe parece estar en otra galaxia. En este encantador pueblo de la provincia de Yauyos, región Lima, las mujeres llevan la voz cantante, se habla una lengua exclusiva, y mantienen costumbres milenarias.

En Tupe siempre se encuentra flameando una bandera de la lengua Jaqaru a un lado de la plaza. La población no llega a los mil habitantes. Sus casas son de piedras y adobes. Su gastronomía agenda arroz con queso frito, papas sancochadas a discreción, leche pura de vaca, sopa de fideos con queso, y mate de coca para el mal de altura.

MATRIARCADO

El antropólogo Manuel Portugal, quien estudió la vida de este pueblo receloso por naturaleza; descubrió que las tupiñas “son expertas en lucha libre, pues en sus danzas levantan en vilo a los varones, lanzándolos contra el suelo, dejando en claro que ellas son las que mandan y que los hombres solo son sus colaboradores.

En los primeros días de agosto, Tupe celebra la fiesta de la herranza (ritual del apareamiento, marcado y colocación de borlas en la oreja del ganado). Ellos bailan el tradicional “wakataki” (fiesta de la vaca), propicia para la fertilidad del ganado, y preparan harto “quemadito”, el licor típico preparado con hierbas aromáticas recolectadas sobre los 5 mil metros de altura.

La fiesta es aprovechada por las mujeres casamenteras, quienes escogen a sus parejas entre los jóvenes más fuertes. El varón es rechazado cuando pide la mano de la novia, por ello el ritual pre matrimonial implica el rapto fingido de la dama tupiña. La procreación de los hijos también lo deciden las féminas, tomando en cuenta la disposición de alimentos y no tanto la planificación familiar. 

Pero el doctor Portugal hace otras revelaciones. Dice que las tupiñas “tienen la costumbre de trabajar inmediatamente después del parto, mientras el varón se queda en cama quejándose de dolores imaginarios. Ellas entablillan la cabeza del recién nacido produciéndole deformación artificial del cráneo, para que en su vida adulta pueda cargar hasta 100 kilos sobre su cabeza”. La prueba está en que semanalmente bajan a pie cargadas de productos lácteos, quesos y papas al mercado de Catahuasi. Un recorrido de 20 kilómetros en seis horas, nada menos. 

ANCESTRALES COLORES 

Llama la atención su atuendo de colores rojo indio. Marlene Atanasia Ángeles, quien vive en Aiza, es la encargada de diseñar los vestidos. Primero manda a elaborar la tela en Gamarra (Lima), y luego los confecciona bajo el modelo escocés, adoptado en 1960. Se trata de una falda sujetada por una faja gruesa pegada a la cintura. Encima va otra cinta llena de borlas multicolores, y bien pegada a la cadera llevan su arma secreta: la “huaraca” (especie de honda que sirve para lanzar piedras). Portan la “iliclla”, manta que sirve para cargar niños. Cubren su cabeza con un tocado, que por las formas de nudos y colores indica si son casadas, solteras o viudas. Protegen sus pies con unos mocasines conocidos localmente como “shucuy”, diseñado con cuero de res. 

En las fiestas de gran solemnidad, llevan en el pecho unos discos grandes de plata llamados “topos” y dos aretes que relucen a primera vista. La ocasión amerita ponerse su vestido original de hace 500 años que ellas conocen como “anako”, un atuendo negro a base de lana de alpaca, tejido a mano y usado por mujeres mayores de 50 años de edad. Los colores constituyen un mensaje cromático, las figuras y diseños son lenguajes simbólicos, que al ponerse en movimiento producen una vibración capaz de colocar la mente en un estado especial. 

LENGUA VIVA 

Una razón básica para haber mantenido su cultura es que sus habitantes todavía hablan en su propia lengua materna: el Jaqaru. Y en el anexo de Cachuy tienen otra lengua original conocida como Kawki. Según la lingüista y antropóloga norteamericana Martha J. Hardman, el aymara altiplánico, el Jaqaru y el kawki son tres lenguas vivas de una misma familia a la que ella denomina jaqi. 

La población adulta de Tupe (en lengua Jaqaru “Txupi” significa juntos, pegados) es en su mayoría analfabeta, pero curiosamente la nueva generación habla español, inglés, y algo de su propia lengua. Por ello, Hardman y la tupiña Nelly Belleza, con apoyo del Ministerio de Educación, han logrado que el Jaqaru tenga gramática y los niños puedan escribir en su lengua materna. Así, esta lengua, que sobrevivió por cientos de años de manera oral, se resiste a ser una lengua muerta. 
(Escribe: Iván Reyna - Fotos: Juan Puelles)

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