Por el Grupo Banco Mundial y editado por el economista Víctor Alvino Guembes
El vínculo entre la pobreza y los desastres es cada vez más claro: nuevos estudios muestran que los fenómenos meteorológicos extremos empujan a la pobreza a 26 millones de personas cada año. Las fuerzas que impulsan esta tendencia, como el cambio climático, la expansión urbana y el crecimiento demográfico, hacen que las pérdidas anuales superen los USD 500 000 millones, y estas cifras no disminuyen.
Sin embargo, dada la limitación de recursos y tiempo, se suelen descuidar las operaciones de preparación adecuadas para estos eventos que son comunes en los países en desarrollo. Como resultado se obtiene un modelo de recuperación deficiente que pone en peligro el desarrollo sostenible y deja rezagadas a millones de personas altamente vulnerables. (PDF, en inglés) La experiencia demuestra que es fundamental que los países propensos a desastres establezcan las políticas institucionales y los acuerdos presupuestarios que se necesitan antes de que ocurra un desastre, fortaleciendo al mismo tiempo su capacidad de coordinación y ejecución.
Estos preparativos permiten a los Gobiernos no solo responder de manera más oportuna y eficaz, sino que también confieren poder a las comunidades para un mejor proceso de reconstrucción después de un desastre, aumentando su capacidad de adaptación a eventos futuros. Sin embargo, aunque los países invierten más en la gestión del riesgo de desastres, estos esfuerzos suelen carecer de mecanismos institucionales y gestión necesarios para este tipo de recuperación.
El Banco Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) son muy conscientes de esta brecha y han estado trabajando estrechamente con sus asociados, sobre todo con la Unión Europea, para apoyar a los países en la preparación para la recuperación en casos de desastre. Desde el primer acuerdo tripartito en 2008, estos tres asociados han apoyado a 52 países en la evaluación de las necesidades posteriores a los desastres (que guían el proceso de recuperación) y preparan 20 estrategias y marcos de recuperación. Una lección clave extraída de este proceso es que un mayor nivel de preparación de un país en materia de recuperación —independientemente de los recursos que este disponga— aumentará las probabilidades de éxito de dicho país.
Hemos visto avances prometedores en este sentido en el último tiempo. Con el apoyo de Luxemburgo y Japón, el PNUD está llevando a cabo actualmente un programa de preparación para la recuperación en cinco países de África, en el cual se incluye el desarrollo de capacidades para evaluar las necesidades en este ámbito; la planificación y la implementación de intervenciones en materia de recuperación, y el establecimiento de mecanismos financieros para abordar estas situaciones.
En los tres años transcurridos desde el lanzamiento del programa, países como Fiji, Malawi y Nepal han usado una Guía sobre el Marco de recuperación en casos de desastre (PDF, en inglés) realizada por el Banco Mundial, el PNUD y la Unión Europea para desarrollar planes de recuperación propios, ayudándolos a recuperarse más rápidamente y a tener una mayor resiliencia frente a los múltiples riesgos planetarios. El Fondo Mundial para la Reducción de los Desastres y la Recuperación (GFDRR) del Banco Mundial también está ayudando a aplicar en otras crisis, como las situaciones de fragilidad y conflicto, enseñanzas extraídas en el ámbito de la recuperación en casos de desastre.
En 2014, el GFDRR ayudó a calcular que las necesidades de recuperación en Siria superaban los USD 4000 millones. Para ello, usó análisis de los medios sociales, la minería de datos e imágenes satelitales detalladas. Más de 17 Estados frágiles y afectados por conflictos han recibido apoyo adicional en el último año. De cara al futuro Es importante destacar que la recuperación fue incluida entre los cuatro pilares del Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres, el cual fue adoptado por la comunidad internacional en 2015 como una carta mundial para gestionar mejor los impactos de los desastres naturales.
Esta inclusión ha aumentado las expectativas de que los países desarrollen políticas, instituciones y mecanismos financieros para una recuperación eficaz y amplíen sus sistemas de reducción de riesgos para integrar la planificación y la implementación de las operaciones de recuperación. Al mismo tiempo que invierten en áreas prioritarias para cumplir con las metas de Sendai, los países pueden desarrollar capacidades institucionales y en materia de recursos esenciales en los esfuerzos de recuperación. Vemos que esto no solo es posible, sino que también se puede lograr.
Si bien queda mucho por hacer, hay señales de avances. Los Gobiernos de Ecuador y Sri Lanka, por ejemplo, han asignado más de USD 600 millones y USD 103 millones, respectivamente, para operaciones de recuperación a largo plazo después de evaluar las necesidades posteriores a los desastres en 2016.
Asimismo, recientemente las partes interesadas de la Plataforma Mundial para la Reducción del Riesgo de Desastres reiteraron en Cancún la necesidad de fortalecer la gestión del riesgo de desastres, la que incluye un elemento sobre la recuperación.
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