Por Econ. Víctor Alvino Guembes
guembes1@yahoo.es
Cuando los economistas de esta parte del continente americano revisamos los pronósticos y análisis de otros eruditos en la materia de otra parte del mundo, asimismo, las estadísticas y cifras mundiales de inicios del presente año, coincidimos que es muy robusto el argumento de que se prevé una recuperación moderada para los siguientes meses en adelante en casi todos los países de la región después de un año de menor crecimiento desde la crisis financiera (2008).
También coincidimos los economistas que el repunte del crecimiento provenga de la disminución de los obstáculos y baches que últimamente han refrenado el crecimiento de los exportadores de productos básicos (para el caso peruano productos minerales como el oro, el cobre, el zinc, el hierro, entre otros) así como de la fuerte demanda interna en los países importadores de esos productos. También se proyecta que las economías emergentes más importantes (como Rusia y Brasil), se recuperen de la recesión al llegar los precios de los productos básicos a su punto más bajo.
Les comento que existe una gran preocupación que ensombrece las perspectivas de mi análisis: La escasez de inversión (ya sea que esta sirva para ampliar la infraestructura de transporte o para mejorar los sistemas educativos o para fortalecer los recursos destinados al sector salud entre otros sectores tan importantes para nuestro país) afectará las previsiones de crecimiento a mediano plazo en muchos mercados emergentes y economías en desarrollo.
Un dato importante que fortalece mi hipótesis es la balanza de riesgos, la cual se inclina hacia posibilidades que podrían dar como resultado un crecimiento más lento de lo que se esperaría, sobre todo debido a la gran incertidumbre acerca de la orientación de las políticas económicas en las principales economías. Sin embargo, también es posible que el crecimiento supere las expectativas si en estas economías se pone en marcha un estímulo fiscal.
De acuerdo con las cifras publicadas en los principales medios mundiales y regionales especializados en la materia, así como por economistas y analistas y centros de investigación nacionales se prevé que el crecimiento económico mundial y regional se recupere hasta un 2,7 % en 2017 después de registrar una lenta tasa del 2,3 % en el año que acaba de finalizar. Se espera que Asia oriental y el Pacífico y Asia meridional —dos regiones con economías emergentes y en desarrollo donde existen muchas economías importadoras de productos básicos— registren un sólido crecimiento.
Según las previsiones, India mantendría una tasa de crecimiento superior al 7 %, mientras que China crecería un 6,5 %. En el caso peruano, nuestro país lideraría el crecimiento regional de esta parte del continente con una tasa de crecimiento del 4% superior al promedio. (un caso contradictorio sucede con la Región Lima que sin proyectos de inversión de gran ni mediana ni pequeña envergadura para el 2017, apenas crecería 1% explicado por variables que afectan al modelo y que coinciden con una pésima gestión en el manejo de políticas de inversión tales como la poca transparencia de la gestión e indicios muy sólidos de corrupción aumentan como sabemos la incertidumbre de cualquier inversión).
El panorama para las regiones que incluyen economías exportadoras de productos básicos es mixto. Se espera que tanto América Latina y el Caribe como Europa y Asia central cobren ímpetu en 2017, pero esto se debe principalmente a las mejoras en Brasil y Rusia, países asolados por la recesión. En Oriente Medio y Norte de África, el alza de los precios del petróleo estimulará una productividad más acelerada.
El crecimiento repuntaría también en África al sur del Sahara. No obstante, algunos países exportadores de productos básicos de la región siguen sufriendo los efectos de la disminución de los precios desde 2011, y la mejora en ese aspecto es notablemente más débil que lo esperado.
Un dato importante que afecta la economía como la peruana es la posibilidad de un aumento repentino del crecimiento de la economía estadounidense, la más grande del mundo, debido a la aplicación de políticas fiscales expansivas o por otros motivos, podría dar un importante impulso a la economía mundial.
Al mismo tiempo, condiciones financieras más restrictivas en Estados Unidos—ya sea por un endurecimiento más rápido de lo previsto de la política de la Reserva Federal o por otras razones—, afectarían los mercados financieros internacionales y podrían tener efectos adversos en las economías emergentes y en desarrollo que dependen en gran medida del financiamiento externo.
Asimismo, si se prolonga la incertidumbre acerca del rumbo de la política económica estadounidense, las perspectivas de crecimiento mundial podrían atenuarse. Al mismo tiempo, lo que sucede en el resto del mundo tiene consecuencias para Estados Unidos, que está firmemente integrado con distintos socios comerciales y financieros de todo el mundo.
Otro dato a tomar en cuenta es la desaceleración del crecimiento de la inversión que se viene registrando en los mercados emergentes y las economías en desarrollo desde 2010. Este fenómeno ha sido más pronunciado en los exportadores de productos básicos y los mercados emergentes más grandes. Actualmente el crecimiento de la inversión se encuentra por debajo del promedio a largo plazo en la mayor cantidad de economías emergentes y en desarrollo en los últimos 25 años, sin tener en cuenta las graves recesiones mundiales.
Dichas economías representan más de un 30% del producto interno bruto (PIB) mundial y aproximadamente 75% de los pobres del mundo. La escasez de inversión constituye un desafío considerable para estos países en vista de las importantes necesidades que surgen a medida que buscan expandir la actividad económica, adaptarse a la rápida urbanización y alcanzar muchos otros objetivos de desarrollo. Asimismo, la lenta inversión mina las perspectivas de crecimiento futuro al retrasar la acumulación de riqueza y el aumento de la productividad.
Es importante recordar que las prioridades en materia normativa dependen de las circunstancias individuales de cada economía y de la capacidad de disminuir las tasas de interés o de ofrecer estímulos mediante políticas tributarias o de gasto. No obstante, los encargados de formular políticas deberían estar listos para implementar todo el abanico normativo que tienen a su disposición para acelerar el crecimiento de la inversión.
En las economías emergentes y en desarrollo, la inversión en capital humano y físico ayudaría a reducir las necesidades insatisfechas en términos de habilidades e infraestructura, y a respaldar el crecimiento de largo plazo. Otras maneras de incrementar la resiliencia y mejorar las perspectivas de crecimiento serían reconstruir el espacio para la aplicación de políticas, abordar las vulnerabilidades y mejorar la integración internacional mediante la promoción del comercio y la inversión extranjera directa.
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