viernes, 3 de abril de 2015

CAPITAL SOCIAL: EXISTE LA POSIBILIDAD DE REDUCIR LA POBREZA CRÓNICA EN LA REGIÓN LIMA: HE AQUÍ EL DIAGNÓSTICO Y UNA PROPUESTA DE SOLUCIÓN

Por Econ. Víctor Alvino Guembes [1]


El estudio de la pobreza crónica entraña dos importantes desafíos, uno conceptual y el otro empírico. Desde el punto de vista conceptual, la pobreza crónica es una noción que comprende tanto una dimensión de bienestar como una dimensión temporal; por lo tanto, es compleja por naturaleza. En este breve análisis utilizo un marco conceptual sencillo para ordenar nuestras ideas acerca de lo que caracteriza e impulsa la pobreza crónica. El marco supone una estrecha interacción entre dos características: un conjunto de insumos, los mismos que influyen en el proceso de movilidad ascendente.

El primer concepto se basa en la literatura sobre las trampas de la pobreza, mientras que el segundo se sustenta en el enfoque de capacidades. He dividido los insumos en: dotaciones, contexto habilitador y estado mental. La pobreza existe y persiste debido a la existencia de restricciones que frenan la optimización de la acumulación y el uso de las dotaciones existentes, como las habilidades y los activos físicos. 

Pero también hay otros factores que influyen en el proceso de movilidad ascendente. Un contexto habilitador también es un insumo necesario: la cronicidad de la pobreza puede darse no porque las dotaciones sean bajas en sí, sino a causa de los factores que afectan los retornos de dichas dotaciones de manera diferenciada. O, para ponerlo en otros términos, hogares que poseen dotaciones similares pero viven en contextos diferentes pueden enfrentar trayectorias distintas en la vida.

Finalmente, en este análisis sostengo que el estado mental también constituye un importante factor impulsor de la pobreza crónica. Las formas en que el estado mental puede afectar las trayectorias de vida de las personas, y sus implicaciones para la política social, es un área de investigación emergente, y como tal le prestamos especial atención. Los factores asociados al comportamiento son particularmente importantes para entender la pobreza crónica. La situación de pobreza ejerce presiones adicionales sobre las personas, influyendo en su estado mental y en su proceso de toma de decisiones de manera más pronunciada que en el caso de aquellas que gozan de una situación más próspera. 

Estos recursos mentales restringidos influirán en el proceso de toma de decisiones en una amplia variedad de sentidos, por ejemplo, haciéndolas enfocarse en los problemas de hoy antes que de mañana —incluso si lo segundo sería mejor para ellas a largo plazo— o, como se ven forzadas a dedicar gran parte de sus recursos mentales a resolver problemas de supervivencia, invertirán menos en la educación de sus hijos, lo que puede perpetuar la pobreza a través de las generaciones. Un segundo aspecto fundamental del estado mental es el papel que juegan las aspiraciones, o la presencia de metas a futuro y la voluntad de alcanzarlas. 

El enfoque de capacidades señala claramente que una capacidad de aspiración débil puede reducir la capacidad de acción para alcanzar los resultados deseados. Por ejemplo, la capacidad de aspiración débil está asociada a un horizonte temporal limitado, que podría traducirse en bajos niveles de ahorro, la no realización de buenas inversiones o la observación de conductas negativas. “La desesperanza destruye tanto la voluntad como la capacidad de las personas para invertir en su futuro y en sí mismas”. 

Dicho de otro modo, la pobreza genera pobreza. Los insumos revisten importancia en la medida que influyen en el proceso de movilidad ascendente. Entender un proceso de esta naturaleza es por lo tanto también relevante. El primer paso consiste en “intervenir en la toma de decisiones”. Tomemos el siguiente ejemplo: al considerar si participa o no en una oportunidad de generación de ingresos, es posible que una persona no tome en cuenta dicha opción simplemente porque piensa que, dadas las habilidades que posee, la oportunidad en cuestión se encuentra por encima de sus capacidades. 

Asimismo, es posible que no se involucre debido a la falta de aspiraciones. Una persona con bajas aspiraciones podría percibir, por ejemplo, que cualquiera que sea el esfuerzo que invierta este está destinado a fracasar. El contexto también podría exacerbar ambos efectos. Por ejemplo, los efectos de pares locales pueden acentuar los flujos informativos bajos y el desarrollo de aspiraciones. Después de considerar una oportunidad, surge la necesidad de transformar las decisiones en “acciones”. Las diferencias entre las dos etapas son sutiles pero importantes: al considerar participar se desencadena un prolongado proceso durante el cual la persona evalúa todos los pros y contras, y al final decide si desea actuar o no. 

La decisión de actuar también se ve afectada por las dotaciones, el contexto y el estado mental. La parte final del proceso es la conversión (la parte más tradicional de todo el proceso), en la que, nuevamente, los tres insumos juegan un papel. En general, la productividad de la inversión dependerá de la capacidad y el esfuerzo individuales de la persona; de ahí la centralidad de las dotaciones como las habilidades y los activos. Un contexto habilitador también afectará los retornos: por ejemplo, un remezón climático no asegurado puede reducir la productividad al destruir parte de la cosecha. 

Finalmente, el estado mental también puede afectar los resultados en esta etapa del proceso: los efectos de pares y normas sociales positivos (parcialmente generados a su vez por el contexto) pueden mejorar la motivación y el esfuerzo, lo que aumentará a su vez las probabilidades de éxito. Observemos que el marco guarda silencio en lo que respecta a la forma en que tales elementos interactúan entre sí. Los bajos niveles de dotaciones, un entorno desfavorable o un estado mental frágil pueden afectar de muchas maneras las distintas etapas del proceso, dando lugar a un estado de pobreza crónica inducido por diferentes canales. Esto pone de relieve el desafío tanto de identificar a los pobres crónicos como de diseñar políticas públicas que resuelvan su situación.

1. MEDICIÓN Y  DIAGNÓSTICO DE LA POBREZA CRÓNICA EN AUSENCIA DE DATOS LONGITUDINALES
Además de los desafíos conceptuales, el estudio de la pobreza crónica en las 9 provincias y 128 distritos que conforman la Región Lima también comporta un desafío empírico debido a la ausencia casi absoluta de datos longitudinales en la región. Una significativa contribución de esta publicación reside en su enfoque metodológico para medir la pobreza crónica. 

Utilizé para este fin una innovadora metodología propuesta por Dang y mejorada posteriormente por el miamo Dang y Lanjouw para recoger la pobreza crónica en América Latina entre 2004 y 2012, la misma que utiliza información contenida en datos de corte transversal repetidos para construir paneles “sintéticos”. Este análisis necesitó realizar varios ejercicios de validación que sugieren que si bien los paneles sintéticos están lejos de ser un sustituto de los paneles reales, se encuentran entre las alternativas más acertadas en vista de la ausencia de datos longitudinales. El resultado final me indicó que son cinco los hechos relativos más importantes que resumen el diagnóstico de la pobreza crónica en la Región Lima:

a)    Dos de cada cinco habitantes de la Región Lima vive en situación de pobreza crónica.
b)    La pobreza crónica tiende a concentrarse geográficamente.
c)    La pobreza crónica es un problema que afecta al medio urbano tanto como al rural.
d)    El crecimiento económico no ha sido suficiente para sacar a los pobres crónicos de la pobreza.
e)    Los pobres crónicos tienen oportunidades de ingresos limitadas.

2. DEL DIAGNÓSTICO A LAS POLÍTICAS PÚBLICAS: ELEMENTOS DE DISEÑO PARA APOYAR A LOS POBRES CRÓNICOS 
La pobreza crónica es un fenómeno complejo y como tal no existe un enfoque único o exclusivo para lidiar con ella de manera eficiente. Las políticas públicas deben ser coherentes con el contrato social y con las visiones políticas de la sociedad, los presupuestos existentes, las capacidades y el entorno institucional general, lo cual incluye los programas ya existentes. 

Dada la complejidad y las especificidades nacionales del diseño de las políticas públicas, me abstuve de realizar un examen exhaustivo de todos los factores que inciden en la pobreza crónica o de formular recomendaciones específicas para el diseño de políticas públicas en beneficio de los pobres crónicos. En vez de ello, propuse algunos elementos relacionados con el diseño de las políticas públicas surgidos durante la elaboración de este análisis y que, a mi modesto parecer, deben ser tomados en cuenta colectivamente al momento de diseñar los programas de protección social.

PRIMERA POLÍTICA PÚBLICA: MEJORA DE LAS DOTACIONES Y EL CONTEXTO HABILITADOR 
Empiezo sintetizando algunos de los hallazgos relacionados con las dotaciones y el contexto habilitador que emergieron del diagnóstico y que resultan pertinentes para el diseño de las políticas públicas. Acto seguido, paso a investigar un área que está cobrando importancia en la esfera de las políticas públicas: la coordinación de los esfuerzos de reducción de la pobreza con el fin de construir sistemas de protección social que realmente ayuden a los pobres.

Apoyar a los pobres crónicos frente a mejorar el entorno en el que habitan 
El entorno en el que viven las personas importa tanto como las destrezas y características de estas, si no más. Una misma familia podría ser crónicamente pobre en un distrito apartado de la sierra andina o de la selva amazónica, pero no necesariamente tendría que ser pobre si viviera en Sao Paulo, Bogotá o Lima Metropolitana. Esto se debe a que los retornos para las características de las personas dependen en gran medida del entorno en el que habitan y de las oportunidades disponibles. 

Para un nivel dado de destrezas iguales, las carreteras asfaltadas pueden incrementar el comercio y ofrecer mayores oportunidades para vender los productos de las personas. La industrialización genera puestos de trabajo en el sector manufacturero que suelen pagar mejor que la agricultura. La cobertura universal de salud ayuda a las personas a recuperarse de uno de los choques más dañinos. Y una policía de mejor calidad puede reducir las tasas de criminalidad y elevar la rentabilidad de los negocios locales. Una política social óptima debería por lo tanto equilibrar el apoyo directo a los pobres crónicos con un aumento de las inversiones dirigidas a mejorar el entorno en el que habitan los pobres.

Incidir en la transmisión intergeneracional de la pobreza crónica 
El contexto en el que un niño o una niña nacen no debería afectar sus posibilidades de salir adelante en la vida. Y, sin embargo, la desnutrición, la falta de estímulo, la fragilidad de la salud, la ausencia de los padres y un entorno peligroso o violento son todos factores, entre muchos otros, que juegan en contra de la capacidad de las personas para capitalizar al máximo sus potencialidades y las mantienen en la pobreza. Y estas diferencias siguen creciendo con el tiempo. 

Cuando los programas sociales finalmente llegan a la población adulta, algunas personas crónicamente pobres pueden ya no disponer de las destrezas y la actitud mental requeridas para escapar de la pobreza de un modo sostenible. Para las políticas públicas esto representa tanto un desafío como una oportunidad para romper decididamente con el ciclo de la pobreza crónica en una etapa temprana del ciclo de vida. Por eso el diálogo sobre políticas emergente y la integración del desarrollo de la primera infancia en la agenda de desarrollo social de la región son bienvenidos, y deberían ser aún más propagados.

Ingresos laborales limitados: una causa y una consecuencia de la pobreza crónica 
Incrementar los ingresos laborales de la población es una de las pocas opciones que existen para sacar a las personas de la pobreza de una manera sostenible. Las restringidas oportunidades de ingresos laborales de los pobres crónicos suponen un importante cuello de botella para la reducción de la pobreza crónica. Por consiguiente, los programas integrales de reducción de la pobreza deben incluir estrategias de promoción de los ingresos laborales tales como programas de capacitación e inserción en el mercado laboral. 

Pese a ello, sin embargo, tal como lo indica el análisis anterior, las fuertes desigualdades presentes temprano en la vida pueden resultar en una adultez con menores destrezas y aspiraciones, debilitando gravemente los potenciales impactos de los programas de generación de ingresos. No se puede esperar, por lo tanto, que las estrategias de promoción de ingresos resuelvan por sí solas la pobreza crónica.

Cobertura y geografía: pensar tanto en el número como en la incidencia de la pobreza crónica 
Muchos programas sociales sustentan sus decisiones sobre la cobertura geográfica en la incidencia de la pobreza. El resultado es que gran parte de ellos operan principalmente en las zonas rurales, donde la incidencia de la pobreza es mayor. Sin embargo, este informe ha demostrado que en muchos casos, incluso si la incidencia de la pobreza crónica es más elevada en las áreas rurales, es posible que haya más familias crónicamente pobres en el medio urbano. Extender estos programas a las zonas urbanas demanda repensar seriamente muchos factores, más allá de la cobertura y la identificación. 

Los pobres urbanos tienen una mayor movilidad que los pobres rurales, lo que dificulta el proceso de identificarlos y apoyarlos. Además, los pobres rurales y urbanos tienen diferentes fuentes de ingresos, aparte de enfrentar diferentes choques y fuentes de vulnerabilidades que pueden mantenerlos en la pobreza. En general, apoyar a los pobres urbanos puede entrañar un desafío mayor que a los pobres rurales. Pero una mayor complejidad no debería ser una razón para no intentar llevar los programas al creciente número de pobres crónicos urbanos.

SEGUNDA POLÍTICA PÚBLICA: COORDINAR LOS ESFUERZOS DE REDUCCIÓN DE LA POBREZA 
Tras décadas caracterizadas por un contrato social truncado que condenó a los pobres al olvido, América Latina actualmente se está encaminando hacia la construcción de sociedades más inclusivas. Imaginémonos por un momento si pertenecemos los habitantes de la Región Lima a ese tipo de nueva sociedad inclusiva. Un sueño ¿verdad?. No obstante, en general, los avances del último decenio han sido notables, y la mejora de la calidad de vida de los pobres gracias a mejores servicios y programas sociales ha ocupado un lugar importante en casi todas las agendas políticas. 

La mayoría de los países latinoamericanos, incluyendo al Perú con un par de ciudades más, ha experimentado una impresionante oleada de nuevos programas sociales en los años 2000, y el gasto social ha despegado. La marea de programas sociales es asombrosa: el índice de desarrollo de nuevos programas aumentó seis veces en Colombia, y en El Salvador pasó de cerca de cero a treinta programas. 

No obstante, adicionalmente a la generosidad de los programas de asistencia social, para eliminar la pobreza crónica es preciso alinear mejor las políticas e iniciativas como parte de un enfoque más sistemático y concertado. “Coordinación” implica que los programas e iniciativas no solo tendrán que establecer metas individuales claras y medibles, sino que también deberán encajar en un marco integral de reducción de la pobreza dentro del cual los programas e iniciativas se comuniquen entre sí y colaboren mutuamente.

La coordinación tiene que producirse a todo nivel. A nivel del Estado, es necesario generar un amplio consenso con los Gobiernos Regionales en el sentido de que los programas sociales no constituyan iniciativas populistas sino herramientas efectivas de inclusión social. Para generar dicho consenso es posible que la generosidad de los beneficios y los tipos de programas deban ser adaptados a las percepciones de la sociedad con respecto a la magnitud de la ayuda mutua y la solidaridad. 

A nivel del Ejecutivo (en coordinación con los Gobiernos Regionales), es necesario otorgar recursos suficientes y adecuados; se debe nombrar personal técnicamente competente y blindado contra las presiones políticas para trabajar en los programas; y las estrategias de reducción de la pobreza deben cerciorarse de que los ministerios e instituciones no solo reciban metas claras y medibles por las cuales responder, sino que también trabajen de manera concertada con los Gobiernos Regionales hacia el logro de dichas metas. 

Lamentablemente, más veces que no los programas, las instituciones y los ministerios con los Gobiernos Regionales no coordinan entre sí, limitando así sustancialmente la eficacia de los esfuerzos de reducción de la pobreza (sobretodo, en las ciudades fuera de Lima Metropolitana). El grado de efectividad en lo que concierne a la coordinación de la política social depende en gran medida de las facultades institucionales y financieras que les hayan sido otorgadas, pero también de que dichas instituciones desarrollen estrategias y arreglos institucionales claramente definidos. 

Entre otras cosas, es importante diseñar políticas con objetivos claros, específicos y medibles, y definir claramente las competencias, responsabilidades y sistemas de rendición de cuentas para la ejecución de cada intervención. También es importante proporcionar incentivos para coordinar que trasciendan la buena voluntad, desarrollando un sistema de rendición de cuentas que recompense el buen desempeño. En lo que atañe a incidencia política, es necesario mostrar evidencia sólida de los beneficios de la coordinación, a fin de que las políticas sociales dejen de ser percibidas como un gasto ineficiente, convirtiéndose más bien en un pilar central de los esfuerzos de desarrollo de los países. 

Por último, la coordinación no solo debe tener lugar en la cúspide, sino también a nivel local. Empleados públicos, docentes, médicos, proveedores, todos deben ser recompensados y evaluados sobre la base de logros medibles, en oposición a insumos. Al mismo tiempo, la coordinación es costosa; por eso es preciso establecer el grado de coordinación adecuado para maximizar los beneficios y reducir los costos al mínimo.

TERCERA POLÍTICA PÚBLICA: INCIDENCIA EN EL ESTADO MENTAL Y EL PROCESO DE MOVILIDAD
En el diseño de las políticas públicas es necesario incluir estrategias para revertir las aspiraciones deprimidas de los pobres crónicos y tomar en cuenta su estado mental. Si el estado mental de los pobres crónicos no es atendido, estos se escurrirán por los resquicios del sistema de redes de seguridad y se abstendrán de inscribirse en los programas sociales, o de cumplir con sus corresponsabilidades, con lo cual terminarán en última instancia siendo sancionados. Un programa social puede ayudar a los pobres a superar su estado mental y sus bajas aspiraciones para que se enganchen con el proceso. 

En el Perú, por ejemplo en la Región Lima como en las demás regiones del país, la Estrategia Sanitaria Nacional de Prevención y Control de la Tuberculosis (TBC) proporciona tratamiento gratuito a los pacientes con TBC, ayuda a los pacientes a inscribirse en el seguro de salud, ofrece despistajes a las personas que viven en el hogar de un paciente con TBC y a las personas que están siendo sometidas a pruebas de VIH, y suministra servicios de inmunización preventiva para niños y niñas.

A pesar de que estos servicios se prestan de manera gratuita, en la región Lima, el programa tuvo pobres resultados a nivel de diagnóstico temprano, así como una baja adherencia al tratamiento, el que resulta bastante largo (requiere tomar una pastilla diaria durante no menos de seis meses para la cepa primaria de la TBC) y puede incrementar las probabilidades de recurrencia o de desarrollo de resistencia a múltiples drogas. La mayoría de la población afectada por la TBC vive en los distritos urbano-marginales de las ciudades más importantes de la Región Lima, donde la pobreza crónica, el estrés y las aspiraciones deprimidas son lo habitual. Una investigación cualitativa documenta asimismo que las personas que pertenecen a hogares afectados por la TBC son más propensas a ser estigmatizadas, al llanto y a estar entre moderadamente y severamente deprimidas. 

Según este estudio, la depresión tendría un fuerte impacto en el comportamiento de los pacientes con TBC: aquellos que estaban deprimidos al momento de ser diagnosticados con la enfermedad tenían un 60% más de probabilidades de abandonar el tratamiento antes de curarse. Solo en Lima Metropolitana por lo que me enteré, el equipo del proyecto Intervenciones Socioeconómicas Innovadoras contra la Tuberculosis (ISIAT) diseñó un paquete de actividades de apoyo dirigidas a ayudar a los pacientes con TBC a superar el estigma asociado a la enfermedad, explorando al mismo tiempo oportunidades de generación de ingresos. 

El proyecto incorporó psicólogos clínicos al equipo que trabajaba directamente con los pacientes con TBC en grupos pequeños o actividades de talleres comunitarios, lo que llevó a una reducción de la depresión. En las comunidades beneficiadas con la intervención del ISIAT, la tasa de culminación del tratamiento de prevención de la TBC se incrementó en casi el doble. 

El impacto en los hogares más pobres fue también el más alto, y el índice de personas que iniciaban el tratamiento en estos sectores dejó de diferenciarse del resto de familias afectadas por la TBC. Aunque es posible que una serie de mecanismos subyacentes hayan incidido en que el proyecto ISIAT impactara en los comportamientos, es innegable que la integración de los aspectos de estrés y depresión directamente en el diseño de las intervenciones jugó un papel gravitante. Considerar el estado mental en los programas sociales puede ayudar a los pobres a lidiar con el estrés y a planificar a largo plazo. 

Un programa piloto en la ciudad de Bogotá trabajó bajo la premisa de que el estrés puede influir en la (menor) valoración del futuro por las personas. En el piloto, los beneficiarios de un programa de transferencias condicionadas de dinero que recibían pagos cada dos meses fueron divididos al azar en dos grupos. El primer grupo recibía el monto completo de la transferencia en cada fecha de pago, mientras que el segundo recibía solo dos tercios del monto y el tercio restante era depositado en una cuenta de ahorros por el equipo del programa. 

Posteriormente, la suma completa ahorrada era entregada a los beneficiarios en un solo pago en diciembre, justo a tiempo para la matrícula escolar. Esta sencilla modificación surtió efecto: si bien ambos esquemas tuvieron impactos similares en las tasas de asistencia escolar, el enfoque de “ahorrar para cuando lo necesites” rindió frutos en las tasas de reinscripción en la escuela. Mediante una simple modificación de las fechas de pago, los padres dispusieron de ahorros cuando más los necesitaban. 

Los programas sociales también pueden influir positivamente en el estado mental y las aspiraciones al promover las interacciones con personas consideradas modelos a seguir. Un programa social en Nicaragua, por ejemplo, proporcionó a la gran mayoría de hogares de cada comunidad ya sea capacitación en un oficio o subsidios para empezar un negocio, y alentó explícitamente la formación de grupos: con ello creó un espacio singular para las interacciones sociales entre los beneficiarios. Y, dado que los dirigentes locales también eran parte de los beneficiarios, los autores pudieron medir no solo el impacto general del programa sino también si las interacciones sociales entre los dirigentes y el resto de los beneficiarios habían tenido impactos adicionales. 

Macours y Vakis demostraron que los beneficiarios que interactuaron más con los dirigentes locales invirtieron más en sus hijos. Las interacciones sociales incrementaron asimismo los impactos del programa en la generación de ingresos: los ingresos de actividades no agrícolas entre los beneficiarios que recibieron un subsidio para montar un negocio y que vivían cerca de un dirigente local crecieron un 40% adicional (Ver gráfico 3). Los ejemplos reseñados demuestran que es posible generar un cambio en las aspiraciones y comportamientos de los hogares. 

El simple hecho de tomar en cuenta en las intervenciones existentes aspectos relacionados con la simplificación de los procesos, con las normas o las interacciones sociales, puede producir retornos considerables. La proximidad de los líderes naturales y modelos a seguir de la gente también puede ser un importante vehículo para tales cambios, al motivar y estimular a los demás y proporcionar ejemplos que las personas aspiran a imitar. Y los docentes, que desde ya son importantes modelos a seguir, pueden ayudar a los niños y niñas a modificar sus actitudes frente al estudio y al futuro. Y no es necesario desarrollar programas totalmente nuevos: realizar cambios pequeños a los programas existentes constituye una opción rentable para mejorar los impactos de los programas de lucha contra la pobreza crónica. 

CUARTA POLÍTICA PÚBLICA: DESARROLLO DE SOLUCIONES EN MATERIA DE COMPORTAMIENTO Y COORDINACIÓN: EL SURGIMIENTO DE SERVICIOS DE INTERMEDIACIÓN SOCIAL 
Se ha demostrado que las barreras a nivel de comportamiento, en sus formas más extremas, inducen a los pobres crónicos a excluirse de los programas sociales que precisamente han sido diseñados para ayudarlos. Además, la presencia de múltiples programas sociales que no se comunican entre sí —muchos con criterios de calificación diferentes— a todas luces no ayuda a llegar a los pobres. 

Es necesario, por lo tanto, ir más allá del enfoque clásico de asistencia social, de corte “pasivo”, donde la cobertura está dictada por consideraciones presupuestales, el nivel de pobreza y el supuesto de que los pobres buscarán y se inscribirán proactiva y exitosamente en los programas sociales, y orientarse hacia enfoques más “activos”, que busquen a los pobres extremos y crónicos, los ayuden a aprovechar el sistema de protección social de manera eficiente y los asistan con la identificación de sus propios objetivos de desarrollo En varios países de América Latina se vienen desplegando esfuerzos para ofrecer una respuesta más sistemática a las restricciones tanto de comportamiento como de coordinación en forma de “servicios de intermediación social”, que han sido diseñados para ayudar a los pobres a vencer barreras al acceso y a la información, entre otras, por medio de un enfoque holístico, sistémico y a nivel de hogares. 

Este enfoque merece cierta atención pues representa un giro: del paradigma tradicional de la asistencia social, que consiste en brindar a los pobres una amplia gama de bienes y servicios, hacia un enfoque más personalizado, que aspira a suministrar a las personas las herramientas que necesitan para enfrentar sus retos específicos. A diferencia del enfoque clásico de protección social, según el cual las familias crónicamente pobres tienen que postular a los beneficios, los servicios de intermediación social colocan a las familias en el centro, al identificar y abordar activamente a los pobres crónicos, y garantizarles un acceso prioritario a programas tanto existentes como nuevos. 

Examinan dos de estos programas: Chile Solidario, el primer programa de este tipo en la región, y Red Unidos en Colombia, evaluando los factores susceptibles de potenciar o entorpecer su eficacia. El análisis de ambos servicios ofrece valiosos hallazgos. En general, los autores sostienen que los servicios de intermediación social pueden ser herramientas poderosas y rentables para apoyar a las familias pobres y marginadas, al facilitar el acceso de los pobres a los programas sociales, mejorar su bienestar socioemocional y, si se dan las condiciones necesarias, mejorar sus perspectivas laborales. 

Estos servicios demuestran que las restricciones psicosociales no constituyen barreras insalvables y que, al menos a nivel de acceso, es posible convocar a los pobres crónicos y asegurar que se beneficien de la asistencia del Estado. Los servicios de intermediación social no acarrean beneficios materiales directos a las familias sino que facilitan el acceso de estas a otros programas. Por lo tanto, tienen que estar debidamente integrados en el sistema de asistencia social, contar con sistemas informativos interoperables para identificar la oferta de servicios sociales y la demanda de la población, y contar con una planilla de trabajadores sociales capacitados para trabajar activamente con la población objetivo, con el fin de orientarla hacia programas sociales que satisfagan sus necesidades familiares específicas. Una buena articulación con el lado de la oferta es también fundamental para el éxito de los programas. 

De hecho, la calidad de la oferta es tan importante como atender la demanda de servicios sociales: facilitar el acceso a servicios de mala calidad, o mal diseñados para cubrir las necesidades de los pobres extremos y crónicos, puede conducir a un impacto marginal o no tener ningún impacto. Los trabajadores sociales constituyen la piedra angular del apoyo a las familias; por lo tanto, tienen que ser debidamente capacitados y poseer un conjunto mínimo de calificaciones. No solo es importante que conozcan a fondo las normas y procedimientos de calificación de todos los programas de asistencia social, sino que deben tener cierto conocimiento de las barreras informativas y psicosociales que enfrentan los pobres crónicos, y saber cómo dialogar con las familias para ayudarlas a superar tales barreras. 

Las visitas a las familias deben realizarse en intervalos regulares y estar diseñadas para atender necesidades individuales. Las barreras de comportamiento solo podrán ser superadas si las familias sienten que sus limitaciones son comprendidas y que los trabajadores sociales están dispuestos a ayudarlas a vencer las barreras y cuentan con los medios para hacerlo. El nivel de sofisticación de los servicios de intermediación social puede variar. Las aspiraciones de una intervención como Chile Solidario van más allá del simple acceso a programas sociales e incluyen apoyo y financiamiento a programas sociales para subsanar las brechas a nivel de la oferta. 

Sin embargo, en un contexto de recursos y capacidad más limitados, los programas más sencillos y simples, enfocados principalmente en el acceso, también pueden tener impactos positivos. Sin duda, la coordinación y las intervenciones que inciden en el estado mental de los pobres crónicos añaden un grado de complejidad a los programas. A pesar de eso, es imperativo idear nuevas formas de llegar a ellos, y los servicios de intermediación social constituyen una alternativa promisoria: si los pobres crónicos no son convocados activamente, es probable que se escurran entre los resquicios del sistema de asistencia social, perpetuando de esta manera el círculo vicioso de la pobreza.

Este breve análisis que incluye diagnóstico y soluciones posibles fue diseñado responsablemente con la mejor intención para que los responsables del manejo del Gobierno Regional de Lima, de las 9 provincias y de los 128 distritos  examinen cada una de su realidades y comprendan que se deben tomar medidas urgentes en materia de implementar políticas públicas eficientes que resuelvan el problema de la reducción de la pobreza de sus habitantes, y que no son pocos. El compromiso va más allá de lo político y lo económico: es la búsqueda de la justicia, la equidad económica y la solidaridad compartida que todo ser humano en esencia merece y debe corresponder a otro ser humano, el amor entre los hombres en búsqueda de la felicidad y el bienestar general.
[1] Profesor de Economía

No hay comentarios:

Publicar un comentario