Hola Elena, sé que debes estar sobriamente molesta por la demora de estas líneas, pero quería tomar prudente distancia de la fecha en que se te ocurrió tomar el vagón de los recuerdos en la Estación 8 de los advenimientos. Además, no quería importunarte con preguntas como: qué llevas en tu valija; seguro que me hubieses hecho callar con tu mirada, mas tengo la seguridad que va atiborrada de proyectos para el progreso de tu terruño.
Pero, en fin, ya partió el tren de los retornos deseados y sé también que ya estarás esbozando esa tímida sonrisa con la que sabes agradar a tus contertulios. Sí, esos que como yo no renunciamos a compartir tu palabra certera y llena de pasión por lo que amas; esa palabra menuda como aleteo de colibrí, pero que da sombra de cóndor de alas desplegadas; esas palabras que algunas veces son rocío y otras ortiga, según como soplen los vientos.
Elena, como comprenderás, todos sorprendidos con tu partida; otra vez avisa para darte algunos encargos y para que nos dejes también los tuyos, aunque, y te digo de corazón, qué encargo nos darías: coged las banderas de la justicia y la alegría en defensa de los postergados, y sean paladines de la lucha permanente por hacer de Huacho un hermoso territorio que bregue por su felicidad, amén que seamos estandarte en la defensa del medio ambiente, solo tres encargos que son toda tu pasión y que sabremos aquilatar en su justa medida.
Bueno Elena, sé que para ti el tiempo siempre tiene un alto valor y que debo concluir esta misiva. Te diré que hoy he llegado al andén de donde emprendiste tu viaje, a recoger el pañuelo del adiós para enarbolarlo cuando retornes en cada amanecer, en los vientos vespertinos o el los revoloteos nocturnos de la luna.
Aquí quedan los que no profesan el olvido, los que aprietan a su pecho los recuerdos, los que esperan en Estacion8 el pito del tren anunciando tu retorno. Siempre en mi recuerdo.
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