Por Econ. Víctor Alvino Guembes
El sistema económico en el que vivimos no sólo obliga a la mayoría de los seres humanos a vivir sus vidas en la inequidad, la indignidad y la pobreza, sino que además amenaza a todas las formas de vida del planeta.
Los economistas que promovemos una economía desenmascarada, es decir aquella que lucha permanentemente por hacer menos pobres a los pobres, ofrece una convincente crítica del sistema económico dominante, demostrando que las construcciones teóricas de la economía ortodoxa tienden principalmente a generar injusticias e inequidades.
La despiadada arremetida contra los ecosistemas globales de las últimas décadas, provocada por el masivo incremento en la producción de bienes, y el consiguiente agotamiento de las reservas de la naturaleza, no son una característica fortuita y casual del sistema económico; son el resultado directo del pensamiento económico neoliberal aplicado al extremo, que solo reconoce valor a los objetos materiales.
La obsesión por el crecimiento puro no es un concepto erróneo que los economistas ortodoxos puedan desaprender, sino algo inherente a su visión de la vida. Pero un sistema socioeconómico basado en la obsesión por el crecimiento nunca podrá ser sostenible ni propiciará la reducción de la pobreza ni mucho menos la felicidad y el bienestar de las personas.
En concreto, desde este breve análisis pretendo plantear los fundamentos de una nueva economía, donde la equidad, la justicia, la dignidad humana, la compasión y la reverencia por la vida sean los valores rectores. Contrariamente a la absurda suposición de los economistas ortodoxos que proponen una economía exenta de valores éticos creo que una nueva economía debe explicitar sus valores
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