Esta propuesta de política es una invitación a la reflexión sobre las alternativas económicas de transformación social que se necesitan incorporar por parte de los responsables del manejo de la gestión de los diferentes niveles de gobierno en sus planes de desarrollo de corto y largo plazo y que mejorarán la construcción de un nuevo modelo económico, que no se quede en la teoría, sino que sea palpable en todas las dimensiones económicas, tanto productivas, de consumo, financieras o culturales.
Frente a un modelo económico neoliberal que se aplica como el único posible, pero que necesita ser modificado y así evitar su continua contradicción con los derechos humanos y la justicia social, puedo asegurar que existen proyectos que tienen una lógica distinta, que además de ser viables, muestran que en su conexión construyen no sólo otra economía sino poderosos instrumentos de construcción de justicia, cohesión social y solidaridad.
Existe la necesidad de construir un nuevo modelo económico alternativo al presente basado en los principios de una economía más solidaria y participativa de la prosperidad de una macroeconomía en azul. Este nuevo modelo se debe definir sobre la base de grandes principios como: equidad, trabajo de calidad, sostenibilidad ambiental, seguridad interna, cooperación sin carácter lucrativo, y compromiso con el entorno.
En su introducción debe remarcar el enfoque de la actividad económica subordinado en proveer de manera sostenible las bases materiales para el desarrollo personal, social y ambiental del ser humano en función de la calidad de vida y el bienestar de sus miembros y de toda la sociedad como sistema global.
La aplicación de la nueva política para promover el desarrollo de una región debe considerar que su estrategia debe estar centrada en fortalecer los intercambios y la intercooperación de las iniciativas económicas solidarias ya sean de producción, consumo, finanzas o culturales, así como la de impulsar instrumentos comunes que impulsen espacios económicos alternativos realizando alianzas con el resto de movimientos sociales para ser también actores de cambio político.
Una economía solidaria más solidaria y participativa de la prosperidad no es una idea, es una realidad práctica que nos puede demostrar que es posible construir el mundo que queremos desde prácticas individuales y colectivas y que podemos avanzar en nuestra soberanía económica y crear espacios mucho más locales y menos influenciados por el centralismo limeño. Esto contagia, no solo porque es necesario, sino porque nos satisface y nos enriquece en nuestra dimensión personal, social y política.
El intercambio de saberes y experiencias, el uso de herramientas e instrumentos compartidos, la ayuda mutua, la elaboración de estrategias y posicionamientos en común en torno a la producción solidaria, el consumo responsable, las finanzas éticas, el mercado solidario, y la extensión de la cultura de la solidaridad y la participación de la prosperidad, hacen de este sector económico también un movimiento social al servicio de la comunidad y en alianza con ella.
La propia crisis y la pobreza misma han propiciado su crecimiento y que sea más conocido por una sociedad que cada vez mira hacia otras alternativas por el futuro incierto tanto económico como medioambiental del sistema actual. Sin embargo para poder transformar esta sociedad tenemos que superar la atomización de políticas convencionales egoístas poco participativas y fortalecer la cultura de trabajo colectivo. Ni en nuestro nombre, ni con nuestro trabajo, ni con nuestro consumo, ni con nuestro dinero.
No se trata de reducir la pobreza actual continuando con el mismo modelo económico que no satisface a las mayorías y que provoca crisis. Se trata de empezar a construir desde ahora embriones de una economía más democrática, equitativa y sostenible. Una economía al servicio de las personas y no de los mercados.
(Economista Víctor Alvino Guembes)
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