sábado, 19 de enero de 2019

JORNADA LABORAL DE 8 HORAS EN EL PERÚ CUMPLE 100 AÑOS

Los cien años de la jornada laboral de 8 horas en el Perú
Hacia fines del siglo XIX un obrero textil en el Perú trabajaba 16 horas diarias, es por eso que las primeras huelgas del sector nos remiten a 1896, diez años después de los sucesos trágicos de los Mártires de Chicago, en Estados Unidos. 

El proceso fue demasiado lento ante la desesperante situación laboral en el Perú. Solo en los primeros años del siglo XX se empezó a elaborar una legislación que reconocía las condiciones de trabajo en el país. 
Trabajadores durante la construcción de una de las rampas de la vía expresa de Paseo de la República.
Pioneros jurídicos en busca de solución
Esta historia no hubiese sido controlada de una manera efectiva si antes no se hubiera pensado y analizado bien la situación laboral en el Perú. Se buscaba una solución legal a largo plazo, ya no solo a través de medidas paliativas. Con ese enfoque, desde principios del siglo XX, expertos juristas interesados en el campo laboral trabajaron propuestas y, en algunos casos, las explicaron a los propios obreros. 

Un avance importante fue el del gobierno de Guillermo Billinghurst, que decretó el 10 de enero de 1913, la jornada laboral de 8 horas diarias para los obreros del Muelle y Dársena del Callao. Fue un primer paso. 

En ese campo, destacó también Luis Miró Quesada de la Guerra (1880-1976), quien colaboró con el doctor José Matías Manzanilla en la elaboración de la Ley 2851 (1918), llamada "Ley Manzanilla", que reguló el trabajo de las mujeres en 8 horas y de 6 horas para los niños, además de plantear el descanso dominical. 

Miró Quesada destacó en el Congreso como diputado nacional (1906-1912) y luego como alcalde de Lima (1916-1918), y se había acercado a los propios obreros con conferencias como la que expuso en la Sociedad Unión Obreros N° 1 de Lima, el 21 de octubre de 1900, titulada “El riesgo profesional aplicado al Perú”.

Ese contacto directo con la masa obrera incentivó el interés de Miró Quesada por el tema obrero-laboral. En 1901, su tesis de Bachiller en la Facultad de Jurisprudencia (Derecho), de la Universidad de San Marcos abordó el tema “El contrato de trabajo”.

Su aporte académico más serio se concretó en sus dos tesis de doctorado en San Marcos: “La cuestión obrera en el Perú” (Facultad de Ciencias Políticas y Administrativas, 1904) y “Legislación del Trabajo” (Facultad de Jurisprudencia, 1905), en esa última enriqueció y actualizó un capítulo clave del problema: “El riesgo profesional” (accidentes de trabajo), el mismo que empezó a elaborar en 1900.

La jornada laboral de 8 horas en el Perú cumple 100 años.
Fue en aquellos años que se celebró, por primera vez en el Perú, el Día Internacional del Trabajo. Corría el año 1905 y una gran concentración, encabezada por Manuel González Prada, dio el primer campanazo en la lucha por la jornada de las 8 horas.

El año crítico: 1919 
Desde inicios de enero de 1919, el Perú afrontaba una situación social y laboral muy compleja. Había paralizaciones de obreros en varias partes del país, muy marcadas por las corrientes anarcosindicalistas y socialistas. En Lima, los panaderos, como en la década anterior con el sindicato “La Estrella del Perú” (1904), iniciaron una huelga en esos primeros días de 1919, y luego les siguieron los tejedores, curtidores, motoristas, transportistas de buses y tranvías, así como los trabajadores de la baja policía. El paro general era inminente.

Hubo incluso un comité “Pro Paro”, que funcionó independientemente de los huelguistas, en el cual se buscaba la adhesión de los demás gremios de Lima y Callao. El alcalde de Lima, Manuel Irigoyen, trató de intermediar entre obreros e industriales, proponiendo a los primeros que aceptaran “una jornada de 9 horas”, pero la propuesta fue rechazada.

Las huelgas se expandieron a provincias, en tanto las cárceles limeñas empezaron a llenarse con los obreros que no hallaban ninguna solución. Los ultimátums venían de un lado y otro, entre obreros huelguistas y gerentes de fábricas. La tensión pública era el pan de cada día; hasta que la situación explotó de la peor manera, el lunes 13 de enero de 1919. Comenzó así el paro general.

La odisea laboral
Los ataques a cuarteles, los enfrentamientos de los huelguistas y la policía y la destrucción del alumbrado público, ocasionaron caos, desorden y pánico social, especialmente en Lima, que se quedó literalmente en penumbras. 

Los obreros chalacos complicaron aún más el problema, pues los disturbios crecieron allí al punto de verse asaltados sencillos quioscos, puestos de mercados y hasta la estación central ferroviaria. Hubo muchos heridos entre los protestantes tanto en el Callao como en Lima. El alcalde limeño exigió a la policía que garantizara el orden en los espacios públicos, y que enviara un pelotón de tropa para cumplir con el servicio de la baja policía.

“¡Menos horas de trabajo! ¡Más pan! ¡Queremos vivir más!”, eran los lemas de las huestes obreras. Bajo esas proclamas, la huelga general de tejedores y otros gremios continuó el martes 14. El diálogo fracasaba con rotundidad.

Jornada laboral de 8 horas en el Perú cumple 100 años. Aquí, obreros trabajan en el pavimento de la Carretera Central.
Agentes de la Policía se apostaron en las torres de las iglesias, como en los tiempos de la guerra civil entre pierolistas y caceristas en el verano limeño de 1895. En ese clímax, apunto de una guerra civil, la luz volvió a la conciencia de los peruanos. El miércoles 15 de enero, al llegarse a un punto extremo del conflicto, el paro general terminó, gracias al decreto que el gobierno del presidente José Pardo firmó, estableciendo obligatoriamente la jornada de 8 horas y un arbitraje en cada caso. 

Tras tres días de paro nacional, en un “balconazo” en Palacio de Gobierno, el presidente José Pardo anunció el decreto que reconoció los derechos de los trabajadores, en medio de una gran manifestación de obreros en la Plaza de Armas. Uno de los mediadores entre el Estado y los trabajadores fue el dirigente estudiantil Víctor Raúl Haya de la Torre, quien luego fundaría el APRA.

La consecuencia inmediata de la dación del histórico decreto por el primer mandatario fue la liberación de todos los obreros detenidos; asimismo, los panaderos empezaron a trabajar esa misma noche y los transportadores volvieron a conducir sus ómnibus a los balnearios y sus tranvías urbanos por la ciudad.
Fuente: El Comercio

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