lunes, 25 de enero de 2016

CAPITAL SOCIAL: LAS EXPECTATIVAS ADAPTATIVAS Y RACIONALES

Editado por Econ. Víctor Alvino Guembes



Las expectativas son las previsiones que los agentes realizan sobre la magnitud en el futuro de las variables económicas. El comportamiento de los agentes dependerá, lógicamente, de cuáles sean sus expectativas. Por ejemplo, las demandas salariales de los trabajadores, y las subidas que los empresarios están dispuestos a conceder, dependen de las expectativas que ambos tengan sobre el comportamiento de la inflación en el próximo año o período. 

Esto ha sido entendido por los economistas desde hace mucho tiempo y Keynes, entre otros muchos, lo tuvo presente al elaborar sus modelos. Pero hasta hace muy pocos años no se había elaborado ninguna teoría sobre la forma en que se crean las expectativas. Keynes había considerado que las expectativas eran un factor exógeno, que se generaban mediante mecanismos que no tenían nada que ver con el funcionamiento del sistema económico. Los keynesianos que elaboraron grandes modelos macroeconómicos en los años sesenta se vieron en la obligación de añadir algo más: pensaron que los agentes económicos utilizaban los datos de los últimos años para predecir la situación de los siguientes.

El enfoque más usual era el de las expectativas adaptativas. Se suponía que los agentes ponderaban las tasas de inflación de los últimos años para estimar la de los siguientes; a la del último año se le daba una ponderación alta y a la de años anteriores más baja. Era un enfoque que podía ser fácilmente expresado en forma matemática e incorporado a los modelos macroeconómicos al uso. En el caso más sencillo, se suponía que los agentes esperaban que la inflación del próximo período fuese igual a la del último dato conocido. En términos matemáticos eso significa asignar a la inflación del último año una ponderación uno y a la de los anteriores una ponderación cero. 

Si los agentes esperan que la inflación de cada año sea igual a la del anterior, la inflación esperada será siempre inferior a la real. Los errores presentarán un sesgo sistemático: serán negativos y crecientes.En la realidad, la gente sabe que hay algunos acontecimientos que provocan el aumento de la inflación; si el precio del petróleo sube bruscamente en los mercados internacionales, o si el gobierno aumenta la cantidad de dinero en circulación y baja los tipos de interés, los agentes económicos pensarán que como consecuencia de ello habrá una subida de los precios. Pero el modelo de las expectativas adaptativas no recoge esa realidad; al ignorar ese tipo de acontecimientos se está suponiendo de hecho que cuando la inflación aumenta, la gente se ve siempre sorprendida.

A mediados de los años setenta se empezó a utilizar un nuevo enfoque, el de las expectativas racionales, propuesto por la corriente de pensamiento llamada Nueva Economía Clásica. El supuesto básico de este modelo es que la gente aprende de sus propios errores. Si los errores presentan un sesgo sistemático, los agentes son capaces de corregirlo para hacer predicciones más exactas. Las predicciones puede que sigan siendo erróneas, pero esos errores ya no serán sistemáticos sino aleatorios. 

El supuesto de la racionalidad de las expectativas es interpretado a veces de forma equivocada como una pretensión de que las previsiones de los agentes son siempre acertadas; es una interpretación equivocada; si las expectativas de los agentes son racionales, seguirán cometiendo errores, pero diferentes en cada ocasión.

¿Y las expectativas cómo se elaboran?
En teoría se puede suponer que los agentes utilizan los modelos económicos más avanzados para realizar sus cálculos. En la realidad los únicos que realizan esos cálculos son los expertos, que posteriormente difunden sus análisis a través de los periódicos y la televisión.

La aplicación del supuesto de las expectativas racionales para el análisis de las políticas económicas tiene consecuencias demoledoras. Recuerde que cuando se estudia la ecuación cuantitativa, en el tema anterior, se afirmó que el aumento de la cantidad de dinero en circulación provoca aumentos tanto en el nivel de precios como en las cantidades realmente producidas. 

El modelo de las expectativas racionales conduce a desechar este último efecto: el anuncio por parte del gobierno del aumento en la cantidad de dinero provocará expectativas de más alta inflación para el siguiente año. Los agentes acomodarán sus demandas salariales y los precios de sus productos a esas expectativas por lo que todo el efecto de la política monetaria será trasladado a un inmediato aumento de los precios sin afectar para nada a la producción real. 

Hay otras consecuencias del modelo algo más estimulantes. Si el gobierno anuncia que seguirá una política monetaria muy rígida, restringiendo la cantidad de dinero en circulación, los agentes adaptarán sus expectativas como consecuencia del anuncio y la inflación bajará. Aunque el gobierno no lleve a cabo esa política. Se podría así cortar la inflación sin provocar los desagradables efectos que sobre el producto real y el nivel de paro tienen las políticas restrictivas. 

Desgraciadamente para que ese mecanismo funcione es imprescindible que los agentes económicos se crean a pie juntillas las afirmaciones de los ministros de economía, prueba de fe infrecuente. Y, por otra parte, los agentes económicos, aprendiendo de sus errores, desconfiarán a partir de entonces de las declaraciones del gobierno por lo que el instrumento quedaría invalidado.

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