domingo, 13 de septiembre de 2015

CAPITAL SOCIAL: EL CONCEPTO DE ABUNDANCIA DESDE UNA PERSPECTIVA HISTORICA

Por Econ. Víctor Alvino Guembes



Vivimos tiempos turbulentos. Un rápido vistazo a los titulares de prensa es suficiente para ponerse de los nervios de punta, y –con el torrente interminable de noticias en que se han convertido últimamente nuestras vidas– es difícil alejarse de esos titulares. 

Es aún peor, la evolución moldeó la mente humana para que fuera plenamente consciente de todos los peligros potenciales. Les comento que a este ritmo, esta nefasta combinación tiene un impacto profundo en la percepción humana: literalmente, elimina nuestra capacidad para asimilar las buenas noticias. 

Esto representa para nosotros una especie de desafío, ya que Abundancia, desde mi modesto punto de vista es un relato de buenas noticias. En realidad el objetivo de mi comentario pretende analizar la dura realidad donde las tendencias sociales y las fuerzas económicas están transformando rápidamente nuestro mundo. 

Pero no somos tan ingenuos como para pensar que no habrá baches en el camino. Algunos serán grandes: graves crisis económicas, desastres naturales, ataques terroristas, inseguridad y violencia en general. Durante estos tiempos, el concepto de abundancia tal vez parezca muy lejano, extraño e incluso disparatado, pero un rápido vistazo a la historia nos muestra que el progreso continúa a lo largo de las épocas buenas y de las malas. El siglo XX, por ejemplo, fue testigo tanto de progresos increíbles como de tragedias inenarrables. La epidemia de gripe de 1918 mató a cincuenta millones de personas, la Segunda Guerra Mundial a otros sesenta millones. 

Hubo tsunamis, huracanes, terremotos, incendios, inundaciones e incluso plagas de langosta. A pesar de tales catástrofes, este periodo también contempló una caída de la mortalidad infantil del 90 por ciento, de la mortalidad materna del 99 por ciento, y, en conjunto, un aumento de la esperanza de vida del ciento por ciento. En las dos últimas décadas, Estados Unidos ha experimentado una enorme agitación económica. 

Sin embargo, hoy en día, incluso los estadounidenses más pobres tienen acceso al teléfono, a la televisión y al inodoro –tres lujos que incluso los más ricos ni podían imaginar a comienzos del siglo pasado–. De hecho, como quedará claro pronto, utilizando casi cualquier sistema de medición disponible hoy en día, la calidad de vida ha mejorado más en el último siglo que en cualquier otro momento anterior. 

Así, aunque probablemente habrá muchas interrupciones bruscas que nos partirán el corazón en el camino, como lo demuestran los hechos actuales, los niveles de vida medios, globalmente, continuarán mejorando con independencia de los horrores que dominan los titulares. Pero la pregunta es ¿Y por qué deberíamos preocuparnos? Después de todo, hay un montón de asuntos importantes a los que nos enfrentamos en nuestros propios hogares y regiones. Tanto la tasa de desempleo como de embargos en Estados Unidos y algunos países de Europa se están disparando, así que, dejando aparte las cuestiones humanitarias, Por lo tanto, ¿deberíamos perder el tiempo en trabajar por una era de abundancia global? La respuesta concisa es sí. 

Nuestros días de aislamiento pertenecen al pasado. En el mundo actual, lo que ocurre «allí» tiene un impacto «aquí». Las pandemias no respetan las fronteras, las organizaciones terroristas operan a escala global y la superpoblación es un problema de todos. Entonces, ¿Cuál es la mejor manera de resolver estas cuestiones? Mejorar los niveles de vida globales. Las investigaciones nos demuestran que, cuanto más rica, educada y sana es una población, menos violencia y tensiones sociales hay y es menos probable que esas tensiones se extiendan más allá de sus fronteras. 

Como tales, los gobiernos estables están mejor preparados para frenar el brote de una enfermedad infecciosa antes de que se convierta en una pandemia global. Además, hay una correlación directa entre calidad de vida y tasas de crecimiento de población –a medida que aumenta aquella, disminuyen estas–. La cuestión es la siguiente: en el mundo hiperconectado actual, solucionar problemas en cualquier parte significa solucionarlos en todas partes. 

Además, la mayor herramienta que tenemos para abordar nuestros desafíos globales es la mente humana. La revolución en marcha de la información y las comunicaciones se está extendiendo rápidamente por todo el planeta. Durante los próximos ocho años, tres mil millones de individuos se conectarán online, uniéndose a la conversación global y contribuyendo a la economía global. Sus ideas –a las que nunca antes hemos tenido acceso– producirán nuevos descubrimientos, productos e inventos de los que nos beneficiaremos todos.

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