Por Econ. Víctor Alvino Guembes
En mi permanente vocación social e intento de construir, transmitir y replicar argumentos nuevos y positivos que contribuyan con el fortalecimiento de una sociedad más justa, más equitativa económicamente y solidaria, donde sus líderes y habitantes colaboren con la reducción de la pobreza en todas sus presentaciones y se promueva el bienestar con felicidad.
Por esta sola razón, me siento complacido al presentar públicamente políticas de desarrollo basadas en nuevas lecciones sobre la manera en que las personas piensan y toman decisiones que ayudarán a los gobiernos y a la sociedad civil a alcanzar las metas de desarrollo de una manera más efectiva.
Un nuevo informe del Banco Mundial concluye que un conocimiento más profundo y preciso del comportamiento humano puede facilitar el tratamiento de los más complejos desafíos para el desarrollo como reducir la pobreza con equidad económica, aumentar la eficiencia de la recaudación de impuestos o reducir el consumo de energía.
Si bien existen experiencias muy interesantes en el Perú que utilizan este enfoque se puede hacer más para que se consideren parte sistemática del diseño de políticas públicas hacia todos los confines de nuestra región. El estudio de variables como la mente, la conducta humana y la sociedad nos conducen a afirmar que existe un rol importante de factores psicológicos y sociales que influyen sobre el desarrollo. Este enfoque debería servir como herramienta, complementaria a la economía, para mejorar las políticas públicas.
Las personas no siempre adoptan decisiones deliberadas e independientes basadas en cálculos meticulosos sobre lo que es más conveniente para sus intereses personales, sino que tienden a pensar rápidamente y valerse de atajos mentales y modelos mentales compartidos. Teniendo en cuenta esta realidad, los responsables de la gestión de los gobiernos(a nivel nacional, regional y local) y otros actores pueden, por ejemplo, diseñar programas que faciliten la cooperación entre las personas en pos de metas comunes.
Por ejemplo, según dijo Alberto Rodríguez, Director del Banco Mundial para Bolivia, Chile, Ecuador, Perú y Venezuela: “En el caso de programas como Juntos de transferencias condicionadas, por ejemplo, existen experiencias en otros países que muestran que modificar el cronograma de pago de la transferencia puede aumentar la matrícula y la asistencia escolar”.
En efecto, el reporte da como ejemplo un experimento llevado a cabo en Colombia en que se modificó un programa de transferencias de efectivo, de manera que parte de los fondos destinados a los beneficiarios se ahorraban automáticamente y luego se entregaban todos juntos en un momento predeterminado –aquel identificado por los investigadores como en el que las familias habitualmente toman las decisiones sobre la matrícula escolar para el año siguiente.
Ese ajuste, diseñado para alentar a las personas a enfocarse en las decisiones educacionales, se vio reflejado en un aumento de la matrícula escolar del año siguiente. Mi propuesta está hecha para ustedes, amigos lectores, y está basada en un análisis econométrico de expectativas, tomando en cuenta cierta experiencia realizada en nuestro país, he verificado que enviando mensajes de texto mensuales a individuos invitándolos a ahorrar se incrementaron sus ahorros en un casi 20% más que los que no recibieron mensajes.
Para dar una nueva mirada a la manera en que debo llevar a cabo mi labor de colaborador para un mejor y mayor desarrollo del bienestar de las personas, tomé en cuenta tres principios del proceso de adopción de decisiones humanas: el pensamiento automático, el pensamiento social y el pensamiento basado en modelos mentales. El pensamiento humano es, en gran medida, automático, y depende de lo que llega a la mente con el menor esfuerzo posible.
Nuevos programas deben tener en cuenta estas ideas, y diseñarse a través de un enfoque de ‘aprender haciendo’. Los factores y la mentalidad que afectan a las decisiones humanas son locales y contextuales. Es difícil prever qué aspectos del diseño y la ejecución de los programas impulsarán las decisiones de las personas al momento de ser expuestas a una intervención en particular.
Este breve análisis, insisto, pretende exhortar a quienes son los responsables del manejo de políticas regionales y locales a promover y en gran medida a potenciar el proceso de adopción de decisiones, incluso en las esferas de la política fiscal y la política social al ayudar a revelar dichas predisposiciones. Sin embargo, usualmente, los encargados de mercadeo del sector privado y los políticos postulándose a cargos públicos, y no necesariamente las personas encargadas de diseñar intervenciones en materia de desarrollo, son las que adoptan este tipo de herramienta.
El análisis debe contemplar la aplicación de los tres principios mencionados en diversas esferas, tales como:
a) El desarrollo en la primera infancia,
b) La productividad, las finanzas familiares, la justicia, la equidad, los valores, la solidaridad compartida y el cuidado de la salud; y,
c) El cambio climático.
Un resultado clave de las investigaciones recientes es que la pobreza afecta negativamente a las facultades cognitivas, y que la política referente a los pobres puede diseñarse de forma que reduzca algunos de los efectos perniciosos de la pobreza en la capacidad de elegir y de elaborar planes para el futuro. Los responsables de formular políticas deberían tratar de que las decisiones cruciales no se adopten en períodos de escasez de recursos mentales.
Esto puede significar, por ejemplo, que los agricultores pobres tomen sus decisiones sobre matrícula escolar en períodos de mayores ingresos. También pueden existir formas de simplificar decisiones complejas, como las de postularse para un programa de educación superior. Estas ideas son válidas para toda iniciativa en que sea difícil adoptar decisiones acertadas.
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