Cada día que pasa la población “siente” que puede comprar menos, sea porque los precios de los alimentos y otros servicios de primera necesidad aumentan o porque miembros de la familia pierden su empleo. En la medida que la economía atraviesa por un proceso de “desaceleración” y aunque suene simple decirlo, el principal objetivo es “acelerarla”. “La gente no compra como lo hacía antes” señalan empresarios de todos los tamaños; “falta demanda” dicen otros.
En primer lugar, antes de analizar cómo acelerarla, es preciso comprender con claridad algunos términos que usan los economistas. En primer lugar, la demanda tiene dos grandes componentes: la demanda interna y la demanda externa, que son nuestras exportaciones.
En segundo lugar, dentro de la demanda interna existen cuatro componentes: el consumo privado, el consumo público, la inversión privada y la inversión pública. Los aumentos en cualquiera de ellos elevan el PBI y por ende “aceleran” o reactivan la economía. Por lo tanto, hablar de reactivar abre el abanico a cinco opciones que no son excluyentes entre sí.
En tercer lugar, las exportaciones están disminuyendo desde 2013, en gran parte debido a una coyuntura externa desfavorable, donde el “enfriamiento” de China (el principal comprador de metales del mundo) juega un rol decisivo. China compra menos metales, sus precios disminuyen y ello supone menores ingresos por exportaciones a Perú. Digamos que es un factor “no controlable” por las autoridades peruanas.
En cuarto lugar veamos la demanda interna. Comencemos por el sector público. Un aumento del consumo público (gasto corriente) o de la inversión pública (gastos de capital) está limitado por la brecha o déficit fiscal (exceso de gasto sobre ingresos públicos). En la actualidad existe una brecha fiscal de 2% del PBI, por lo que la pregunta es la siguiente: ¿cómo hace el gobierno para financiar el exceso de gastos sobre ingresos?
Dicho de otra manera, en este escenario la reactivación vendría por un mayor gasto público al costo de una mayor deuda que habría que pagar en el futuro con recursos obtenidos de impuestos. Quienes sostienen que este es el camino aluden a que el mayor PBI generado aumentaría la recaudación fiscal, por lo que más adelante la brecha se cerraría. El problema con esta alternativa es que la vía mencionada efectivamente se cumpla, pues la evidencia empírica no es favorable.
Además, no hay que olvidar que en un mundo globalizado, el problema de una mayor brecha fiscal deteriora la percepción externa (resumida en lo que se conoce como riesgo país, que mide la capacidad de pago de la deuda pública externa de un país), y ello incidiría en mayores dificultades para atraer capital externo.
Uno podría preguntarse, ¿por qué atraer capital externo?; la respuesta está en el bajo nivel de ahorro interno del Perú; con los niveles que tiene necesita de capitales externos para poder crecer a tasas mayores que 5% anual, que en última instancia es la única forma, no solo de generar empleo, sino también de lograr los niveles de recaudación tributaria necesarios para implementar las políticas sociales.
La “solución” no es que el Estado se encargue, no solo porque no hay dinero, sino porque los proyectos iniciados por el Estado, en su gran mayoría han sido un completo desastre. Recuerde lector: cuando un gobierno comienza con una “gran inversión” la primera pregunta que debe hacerse es la siguiente: ¿de dónde sale el dinero?
En quinto lugar, ¿y si reactivamos a través de un aumento de la inversión privada?; la experiencia internacional demuestra que es la única manera de lograr un crecimiento sano y sostenible; pero, ¿cómo hacer para aumentar la inversión privada? Algunos sostienen que la forma es simplemente esperar “hasta que las cosas mejoren” pero ello no es así, pues “las cosas no mejoran solas”; basta pensar en lo que requieren los inversionistas privados, sean nacionales o extranjeros, pequeños o grandes, para implementar sus proyectos de inversión.
Por un lado, la necesidad de un marco jurídico estable y predecible para disminuir la incertidumbre, principal factor en la decisión del inversionista en la postergación de sus decisiones; podemos incluir aquí la necesidad de reducir el enorme papeleo al que se enfrenta cualquiera que quiere poner un pequeño negocio. Por otro, se requiere de financiamiento, es decir, dinero fresco para hacer empresa.
Como existen bajos niveles de credibilidad por la “turbulencia política” la mayoría prefiere esperar, pues “nadie sabe lo que va a pasar”. De ahí que el panorama, al menos para los siguientes meses, sea muy complicado. Crecer en una sociedad donde “nadie confía en nadie” es una tarea de titanes. Más fácil es recuperar la confianza.
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