¿Qué les decimos a los familiares de los fallecidos de Churín que su tragedia era menos importante que las cuentas de Nadine?
Cómo explicarles a los 16 pasajeros que viajaban en la minivan que quedó sepultada tras un deslizamiento de tierra y piedras en la carretera Sayán-Churín que nuestras ridículas quejas sobre tráfico limeño o sobre lo apretados que vamos en el Metropolitano resultan siempre más relevantes que las riesgosísimas condiciones en las que viajan millones de peruanos en zonas rurales y carreteras de penetración.
Cómo explicarles a los valientes bomberos que mientras ellos trabajaban arduamente sin dormir, apuntalando el cerro, esquivando rocas, tratando de arrancarle los tres sobrevivientes a esa tumba en que se había convertido el vehículo sepultado; en Palacio se celebraba el hábeas corpus que blinda la primera dama.
Cómo explicarles a los familiares, que tuvieron que presenciar que se mutilaban los cuerpos de sus hijos o maridos para poder alcanzar a los sobrevivientes que, salvo el incansable trabajo del ministro de Transportes y Comunicaciones, José Gallardo, su drama no mereció la atención de ningún alto miembro del Ejecutivo. Que así como en otros países son los mismos presidentes quienes se acercan a dar confianza y solidaridad, acá tenemos un mandatario preocupado por sus temas familiares y un jefe del Gabinete de salón a quien le molesta embarrarse los zapatos.
Cómo le contamos al capitán José Luis de las Casas, bombero a cargo del equipo Usar Perú especialista en rescates, que durante más de treinta horas y a pesar de las duras condiciones dirigió con templanza y profesionalismo una misión casi imposible, que hoy los niños en el colegio no sabrán su nombre, que más famosa es la ex de Julio Iglesias en las redes sociales que él, que ningún congresista se ha tomado el trabajo de darle las gracias por su sobrehumano esfuerzo y el de su gente.
Cómo hacemos para hacerles comprender a los hijos de los esposos Hermelinda Luna Andrade y Ricardo Cóndor Ugarte, o a la mujer del chofer Edgar Jumercino Pilco Salvador que esperaba noticias lactando un bebe al pie de la carretera, o a los primitos del niño de 2 años José Alexander Castro Blas, o a los padres de Berenice Torres Osorio, quien resistió más de treinta horas con vida hasta que su cuerpo perdió las fuerzas, o a los vecinos de Raúl Ventocilla Meléndez, quien murió la madrugada de ayer en el hospital Luis Negreiros del Callao, después de pasar más de un día atrapado entre los fierros, o a los amigos de Deyner Sánchez, a quien vieron salir sin una pierna pero con vida de entre las piedras pero que falleció a los minutos de llegar al hospital Guillermo Almenara; cómo cuernos les explicamos que para ellos no hubo minutos de silencio.
Que los diarios creyeron que su tragedia era menos importante que las cuentas de Nadine. Que mientras su hijos, hermanos y amigos luchaban por la vida asistidos por incansables bomberos, policías, médicos, soldados; en la tele los chicos de “Combate” saltaban en tanga, los congresistas peleaban por cojudeces, la vida de nosotros, los otros, continuaba siempre indolente, cada vez más ignorante.
Fuente: El Comercio
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