-¡Acábalo, por favor, acábalo...! ¡Pasamos! ¡Pasamos! ¡Vamos Perú! ¡Vamos Perú!
Pitó Sandro Ricci el final del partido, y la calle de las Pizzas se volvió un loquerío. En medio de los bares, aquel corto pasaje que hace 20 años se convirtió en un pequeño recinto nocturno donde los hinchas llegan con entusiasmo cada vez que juega Perú, vibró al compás de los saltos alegres de aquellos que jamás perdieron la esperanza de cantar su himno en una Copa del Mundo.
No estamos en 1981. Por este pasaje ya no pasan autos tocando el claxon al ritmo del ‘Perú, Perú’, con pasajeros que flamean la bandera desde sus ventanas, tal y como ocurrió la última vez que este país clasificó a un mundial.
Ahora hay hinchas corriendo de un lado a otro, yendo de bar en bar, abrazando a desconocidos que sienten conocer de toda la vida porque durante 90 minutos han compartido el sufrimiento, el nerviosismo, la ansiedad y las ganas de escuchar el pitazo final, teniendo a Perú dentro de los cinco primeros en esta clasificatoria que nos dejó en el repechaje.
Partido
- ¡Vamos, Cueva! ¡Vamos, Paolo! ¡Vamos Perú!
Así inició el partido, con todos parados al lado de sus mesas levantando las manos y las botellas de cervezas que se apuraron a pedir porque “un partido se inicia con la botella llena y este es el día indicado, señor, nunca estuvimos tan cerca de llegar al mundial”, dice uno de los hinchas mientras se persigna y asegura que con fe que sí se puede. Esta noche, sin embargo, a Dios se le ocurrió poner a prueba esa fe que tanto nos enorgullece y dejó el rebote de una pelota peleada en los pies de Falcao, para que luego James ponga el 0-1. La calle de las Pizzas, que tantas noches alborotó Miraflores con su bulla y su gente, estuvo muda por unos minutos, maldiciendo a la madre del árbitro brasileño.
Hasta que llegó el milagro de octubre. Un codazo contra Aldo Corzo cerca del área hizo que todos recuerden a Paolo Guerrero pateando tiros libres en el Flamengo. Las cervezas dejaron de rotar y el silencio del reclamo se convirtió en angustia y la angustia en alegría y la alegría en un grito de gol contenido desde hace 36 años. Las sillas volaron de un lado a otro mientras la cerveza caía sobre los hinchas, ebrios de fútbol, de Paolo Guerrero, de Christian Cueva, de Edison Flores: de Perú. Y la calle de las Pizzas volvió a ser un emporio de festejo lleno de lágrimas de alegría que esperan con ansias el repechaje, porque todos quieren volver a festejar.
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