Por Econ. Víctor Alvino Guembes
Amigos lectores, pero ¿qué es una economía más social y solidaria?
Primero, un conjunto de prácticas basadas en principios y valores que prefiguran los contornos de una práctica económica alternativa al capitalismo.
Segundo, un movimiento –económico, social y político–, que aspira, junto con otros a transformar de raíz y desde abajo, nuestra sociedad local y nuestro mundo global.
Previamente, debemos reconocer y decidirnos a aceptar
En primer lugar, que hay que transformar profundamente el actual sistema económico capitalista, que es injusto, violento, insolidario, patriarcal, antidemocrático e insostenible.
En segundo lugar, que ese cambio es deseable (los deseos tienen que ver con impulsos éticos e ideológicos que persiguen la mejora de la vida); es necesario (la sostenibilidad medioambiental, social… en definitiva de la vida está por primera vez en cuestión); y es posible (las personas, las organizaciones y las comunidades podemos, a través de nuestra acción cultural, social y política, ser sujetos transformadores).
En tercer lugar, que existen de diferentes aportes teóricos y prácticos desde las llamadas economías críticas; tanto de las corrientes clásicas socialistas y libertarias, de los enfoques más modernos y eclécticos como los de la democracia económica y la economía participativa, el paradigma del buen vivir, así como de las más recientes de las economías feminista, ecológica y social y solidaria… Aportes que pueden contribuir a orientar esa transformación hacia una economía que, de momento, sólo podemos denominarla como postcapitalista.
Volquémonos a los principios y valores
Desde el propio nacimiento del capitalismo, han existido diversas formas que han ensayado otras formas de entender y hacer economía desde criterios relacionados con la justicia social, así como en contraposición a las desigualdades y el conjunto de consecuencias nocivas producidas por el funcionamiento del sistema capitalista.
A una parte de esas prácticas se le ha reconocido desde finales del siglo XIX, con el nacimiento del cooperativismo y el mutualismo, con el concepto de Economía Social, basado en valores como la primacía de la persona sobre el capital, la participación y la subsidiariedad, la función social de la actividad económica, o el destino de sus excedentes para el interés general, etc.
Precisamente en este desarrollo histórico de la Economía Social, cabe situar el nacimiento e impulso, ya en el siglo XX, de la Economía Solidaria como un subespacio que cuenta con perfiles propios como concepto y práctica diferenciada, así como movimiento social que, con desigual relevancia geográfica, y aun reuniendo prácticas heterogéneas, ha ido adquiriendo un mayor protagonismo académico, social y económico.
Se trata de una visión y una práctica que reivindica la economía como medio –y no como fin– al servicio de la mejora de la calidad de vida de las personas, la comunidad y su medioambiente. Una economía que coloca en el centro de su actividad el buen vivir personal y colectivo, así como la sostenibilidad de la vida, que resitúa por tanto la verdadera función de la economía y la conecta, sin preponderancia, con el resto de esferas social, política o cultural.
Esta perspectiva convierte a la economía vigente en una economía más solidaria, en la práctica, fundamentalmente transformadora, dado que choca frontalmente con el modelo económico actual, concediendo a las personas, sus necesidades, capacidades y trabajo un valor por encima del capital y de su acumulación, a la vez que reivindica un modelo socioeconómico más redistributivo y equitativo. Huye, además de una concepción exclusivamente ligada a la maximización de beneficios y al modelo productivista-crecentista que prima la acumulación del capital por encima del desarrollo de las personas y es ajeno a los daños sociales y ambientales producidos en la consecución de sus objetivos.
Esta definición abierta, desde mi punto de vista profesional, la traduzco en seis principios:
(1) Equidad. Reconocimiento de la igualdad, en dignidad, derechos y posibilidades de todas las personas, asumiendo y respetando a la vez sus diferencias.
(2) Trabajo. Considerado en todas sus dimensiones: productivo, reproductivo y voluntario. Fomentando el empleo para la producción de bienes útiles y necesarios y desde el desarrollo de las capacidades de las personas.
(3) Sostenibilidad ambiental. Como límite a las acciones económicas, como defensa del equilibrio de la vida y como compromiso de futuro.
(4) Cooperación. Una práctica participativa y democrática que fomenta el aprendizaje y la construcción colaborativa y el trabajo cooperativo.
(5) Ausencia de lucro. Balances que tienen en cuenta, además de los resultados económicos, el impacto de nuestra actividad, así como la promoción de la redistribución y reinversión de la riqueza frente a su concentración o uso especulativo.
(6) Compromiso con el entorno. Cooperación con otras organizaciones y redes como camino para que estas experiencias concretas puedan generar un modelo socioeconómico alternativo.
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Es desde esta perspectiva donde planteo algunas claves fundamentales para el desarrollo de iniciativas económicas alternativas que reduzcan la pobreza:
a. Apostemos por una economía desinteresada, no basada exclusivamente en el ánimo lucrativo (P. Bourdieu).
b. Reconozcamos del “factor C” (Luis Razeto) como clave de eficiencia económica (compañerismo, cooperación, colaboración, comunes, comunidad, comunión, coordinación, comunicación, compartir…).
c. Creamos que el derecho y la práctica de la participación, la autogestión y la soberanía, tanto a nivel personal como colectivo en el ámbito de las decisiones y prácticas económicas (organizaciones, comunidades y pueblos/naciones con o sin estado).
d. Aceptemos una apuesta por una actividad económica democrática y, por lo tanto, inclusiva: no exclusiva ni que genere exclusión.
e. Creamos que el desarrollo de una práctica instrumental de la actividad económica, que se convierte en un medio al servicio de la transformación social y el bien común.
f. Todo ello, desde el mantenimiento y priorización de los procesos relacionados con la sostenibilidad de la vida.
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