INEVITABLE. En la mañana del miércoles 17 de abril del presente año, el dos veces mandatario de la República del Perú, Alan Gabriel Ludwig García Pérez, decidió acabar con su vida de un balazo en la cabeza para evitar ser detenido en el interior de su vivienda.
Ahora no ahondaremos en la serie de críticas que llueven a diario contra el expresidente García Pérez, desde que asumió su primer gobierno (1985-1990) y volvió a gobernar el país de 2006 al 2011, porque solo recordaremos que lejos de resaltar su histórica filiación aprista, también fue un joven que llegó a ser presidente de la República con apenas 35 años de edad y que enarbolaba principios socialdemócrata de un Estado que debería estar al servicio del pueblo y de la soberanía nacional, principalmente en el aspecto económico.
Es por ello, que hoy, en que un sector del Perú y la militancia aprista llora la muerte del expresidente Alan García, no puedo evitar el oportuno comentario que realizó mi señora madre al referirse al extinto líder aprista, "De Alan pueden decir de todo, pero por Él, cuando fue presidente estoy aún en la tierra, porque su gobierno dio el seguro de ama de casa, que fue de una gran ayuda para mujeres pobres como yo, por eso siempre tendrá mi voto".
Con el seguro de ama de casa, y otros programas sociales, Alan García mostró su preocupación por los sectores populares que muchos gobiernos ignoraron, porque a todas luces carecían de la formación ideológica y social que tenía el exmandatario nacional, que también lo llevó, tenuemente, a fijar un posición contraria al pago de la vergonzosa deuda externa al Fondo Monetario Internacional y empezar a estatizar la banca privada, que se truncó en el camino por la presión del sistema imperante.
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