Por Carlos Papa Sánchez
Extrañamente los campesinos de Iquicha, provincia de
Huanta (Ayacucho) declararon su rechazo a la República y manifestaron
adhesión al rey de España; pero esto tenía explicación: aquellos campesinos
nunca tributaron durante el Virreinato; pues trabajaron en tierras realengas;
de propiedad directa del monarca; en cambio el Gobierno criollo tenía
intenciones de cobrarles la “contribución”; además no reconocía los títulos
que la corona española otorgó a los caciques indígenas; estos hechos
generaron gran descontento entre la población campesina de Iquicha, los
cuales exigieron la reimplantación del Virreinato, liderados por Arancibia y
Huachaca.
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Similar situación, pero inversamente proporcional porque el tácito pedido no viene de ningún actor o sector de las regiones, sino de las mismas entrañas del centralismo aristocrático limeño; en cuanto se refiere a revisar el tan debilitado, estancado y manoseado procesos de descentralización ante los serios indicios de corrupción, incapacidades y cercanía a brazos criminales de las autoridades y funcionarios de los gobierno regionales, para al final, “genialmente” plantear la desactivación de estos estamentos y posibilitar el retorno al viejo orden republicano que históricamente ha sumido en la pobreza, hambre y miseria a los pueblos del interior del país.
Si bien es cierto, al central problema que castiga drásticamente la consolidación de la regionalización en el país, por el momento plasmado mediante los gobiernos regionales, fijado en que hasta ahora el gobierno central no otorga mayores competencias, funciones y recursos a los estamentos regionales; se suma los dramáticos casos de múltiples e indignantes denuncias de actos de corrupción en las gestiones de los presidentes regionales de Ancash César Álvarez, de Lima Javier Alvarado, de Tumbes Gerardo Viñas, entre muchos otros; que podría justificar empezar el debate para interrumpir drástica y mezquinamente la descentralización, como lección para que ningún otro representante o estamento de provincias, osé aspirar a conducir su propia conducción geopolítica, porque desde la filosofía centralista, incurrirán en flagrantes actos de corrupción e incapacidades de gestión.
Desde nuestra aguda posición, es una mera y barata justificación para acabar de “un solo tiro” con dos “piedras en los zapatos”, por un lado, los gobierno regionales que quitan recursos económicos, financieros y administrativos que antes manejaba de manera directa la clase política nacional, y en segunda instancia, fulminar a las actuales organizaciones y líderes regionales, que proceso a proceso electoral, demuestran que hace rato ha desplazado a los otrora partidos y políticos limeños.
A esto solo lo podemos llamar una “infantil excusa” para acabar con los gobiernos regionales y sus clase política, aun su niñez administrativa, que como se puede ver poco le importa al “otoronguismo capitalino”.
Que no quiere decir, que mediante esta artículo queramos aceptar y apañar la corrupción que correo a los estados regionales, sino todo lo contrario, ojala se pueda castigar con todo el peso de la ley a quienes hacen mal uso de los recursos de todos, pero mediante las instancias de administrar de justicia en el país y aquellos órganos de control general.
Ante esta situación, es pertinente puntualizar que a nivel provincias y regiones se debe movilizar a sus actores y sectores para garantizar que no se rompa el proceso de descentralización, por el contrario se pida urgentemente, que el gobierno de Ollanta Humala – Nadine Heredia, siga otorgando mayores competencias, funciones y recursos a las regiones; así como, castigo ejemplar para los corruptos sin que pese los padrinazgos palaciegos y congresales para cuestionados y sinvergüenzas dirigentes regionales. Estos últimos, que sin saberlo han logrado que el centralismo le ponga la soga al cuello para luego estrangularlo.
Finalmente, decimos que es a estas alturas, una simple justificación todo lo que está pasando en la regiones, sobre malos manejos, para tumbarse a los gobierno regionales y el proceso de descentralización, porque al centralismo limeño, así como al gobierno de Ollanta – Nadine, no le importa, en lo más mínimo, la corrupción, sino miremos como actuaron con el “lobista” ministro de Energía y Minas Eleodoro Mayorga que favoreció escandalosamente a la empresa Interoil, donde laboró antes de ser ministro, eso señores no son sencillos como se manejan en las regiones, son millones de dólares, eso es doble moral.
(*) Director de La Jornada
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