Por Econ. Víctor Eleazar Alvino Guembes
Mario Draghi, presidente del BCE. ha anunciado esta semana que el Banco Central Europeo (BCE) va a llevar a cabo en los próximos meses un ajuste gradual de sus medidas extraordinarias para acompasarlas a la recuperación de la eurozona. Una noticia positiva y esperada por los más optimistas. Los mercados reaccionaron de partida con subidas importantes del euro a la espera de que la inflación vaya cogiendo cuerpo.
En abril los analistas ya mostraban consenso en que junio sería el mes elegido por Draghi para dar un paso adelante, una vez resuelta la segunda vuelta de las presidenciales francesas. La recuperación toma cuerpo, la economía crece, baja el paro y la incertidumbre política se difumina. El centenar de expertos en política monetaria reunidos en Sintra entendieron al unísono que hacia el mes de septiembre podría haber una ligera subida de tipos de interés —en tasa 0% o incluso en negativo— y menores compras mensuales de deuda, dentro del programa de adquisición de activos, el QE europeo.
El final del túnel está cerca, aunque el propio BCE ha salido al paso de las declaraciones de Draghi y de la danza festiva en torno al euro y la alegría en las bolsas matizando que el mercado ha “malinterpretado” las palabras de su presidente. El banco central ha aclarado que la intención de Draghi era buscar un equilibrio entre el reconocimiento de la fortaleza económica de la eurozona y la necesidad del BCE de seguir prestando apoyo monetario.
¿Cuándo y cómo verán los consumidores las consecuencias positivas de este cambio en el marco macroeconómico? De partida, en cualquier momento después del verano, pues ya hemos superado la cota de los 16 trimestres de crecimiento que corroboran un cambio de ciclo. La economía de la eurozona crece a un ritmo del 1,9% en el primer trimestre, la inflación sumaba un alza del 1,3% en junio en términos interanuales y el empleo se recupera de forma generalizada en todos los países de la Eurozona.
La recuperación del empleo generará un aumento de la demanda de productos y servicios y, por consiguiente, de los precios (inflación). Los analistas coinciden en que el crecimiento de los ingresos familiares y la confianza en la economía incentivarán el deseo de vivir mejor: comprar una nueva casa, otro coche, salir de vacaciones… y financiarlo. Se hará con créditos que ya no saldrán tan baratos porque los bancos saben que tendrán que premiar a quienes opten por guardar para el mañana.
El engranaje debe funcionar correctamente para que la cadena no se rompa por el eslabón más débil, que en España posiblemente sea el empleo. La tasa de paro de la eurozona no llega al 10%, pero el subempleo (trabajadores con contratos parciales o temporales que desearían mejorar su situación) alcanza el 18%.
La otra clave económica está en el efecto del Brexit sobre la economía europea. El Reino Unido empieza a desacelerar como consecuencia de su salida del sistema. Algo que, según el gobernador del Banco de Inglaterra, ya se deja notar en las inversiones, la confianza de las empresas y la incertidumbre. Pero esa es otra historia.
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